Verde Prato, dulce rebelde

Verde Prato, dulce rebelde

Texto: Manuela Estel / Fotos y videos: Verde Prato
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Con su proyecto Verde Prato, Ana Arsuaga ha creado un universo musical singular e inclasificable, que la ha llevado a recorrer toda Europa.

Era una tarde de 2019 en Bilbao, Ana Arsuaga buscaba con urgencia un nombre para subirse al escenario. Acababa de aceptar, por primera vez, tocar en solitario en un concierto de música experimental. Pero no quería usar su nombre real. “No quería que viniera toda mi gente”, cuenta. Por eso necesitaba un nombre ambiguo, que no revelara nada sobre quien lo portaba: que pudiera ser mujer o hombre, solista o banda.

En ese instante, resurgió en su memoria una imagen: en las paredes de la casa familiar en Tolosa siempre había colgado un cartel antiguo, de una obra llamada Verde Prato, creada por su madre cuando Ana aún era niña. Sin pensarlo dos veces, Ana tomó el seudónimo y se lanzó de inmediato a componer tres canciones.

Seis años después, ‘Neskaren Kanta’, la canción improvisada para aquella noche, ha acumulado casi dos millones de reproducciones en Spotify y el nombre ‘Verde Prato’ resuena en salas de concierto y festivales por toda Europa.

Esa es, en esencia, la paradoja de Verde Prato: una música nacida desde la discreción, pero impulsada por una voz imposible de ignorar. Un proyecto sin igual, tan íntimo como universal en sus raíces.
Un camino inclasificable

Definir el estilo musical de Verde Prato nos llevaría demasiado tiempo. Ella tampoco lo sabe con certeza; después de dudar y esbozar una sonrisa, lo resume así: ecléctico. ¿Y cómo no? Ana Arsuaga creció en el eclecticismo.

Su madre era profesora de teatro. Su padre, pintor de casas. Este último le transmitió la afición por los libros y la música. Sin embargo, fueron sus tías, pianistas, quienes, desde muy joven, la sentaron frente al teclado. En la casa de los Arsuaga, los mil colores del arte se manifiestan constantemente y en todas sus formas.

Desde pequeña, Ana ya se sentía diferente. Devoraba libros, prefería las películas en su versión original y cada vez estaba más alejada de los gustos de sus amigas y amigos. “Tolosa es pequeña. Es fácil sentirse fuera de lo común. Me entraron ganas de irme, de ver algo diferente.” El arte se convirtió primero en su refugio; y pronto, en camino.

Tras el bachillerato, estudió Bellas Artes en Bilbao, y en esa época, junto con dos amigas formó Serpiente, un trío libre y ruidoso. “Disfrutamos mucho creando música, el resultado nos daba igual.” El grupo exploraba una versión muy personal del post-punk, bebiendo de Jayne Casey, Cate Le Bon y Siouxie and the Banshees. “Ser un grupo de chicas lo cambiaba todo. No había expectativas. Ni objetivo concreto. Solo ganas de crear.”

El artista Jon Mantxi la vio en un concierto de Serpiente y la invitó a tocar en solitario. Así nació Verde Prato. Con las tres canciones que interpretó aquella noche, sentó las bases de un universo singular y diverso: ‘Neskaren Kanta’, un reguetón espectral; ‘Mutilaren Kanta’, un encantador conjuro; y ‘Galtzaundi’, una canción popular tamizada por el filtro de la electrónica minimalista. Las invitaciones no tardaron en llegar y comenzó a tocar con regularidad. No paró de dar conciertos: de Tolosa a Praga, y de las Azores a Londres. Y, casi sin darse cuenta, Ana Arsuaga llevó consigo a Verde Prato —¡y el euskera!— a todos esos rincones.

«Más tarde, su madre le contaría que Verde Prato era el título de un cuento de Giambattista Basile, en el que la princesa salva al príncipe.»

Sobre el escenario, una obra completa y reivindicativa

Más tarde, su madre le contaría que Verde Prato era el título de un cuento de Giambattista Basile, en el que la princesa salva al príncipe. Difícil dar con algo mejor: desde el inicio, Ana trazaba su propio camino. Su radical propuesta mezcla aguas de distintas fuentes: el bertsolarismo, el canto litúrgico y la performance contemporánea.

Cuando empezó, una nueva ola artística sacudía ya el País Vasco, y ella también bebió copiosamente de esa corriente. Cita especialmente a Mursego: “Tocaba el violonchelo, hacía bucles, añadía electrónica… Era muy potente, innovadora, me marcó.” En su grupo, Serpiente, todo estaba permitido. Así que, ¿por qué no dar rienda a esa pulsión experimental? “Pensé: si tengo ganas de hacer reguetón, lo haré. Si me gusta el flamenco, lo meteré en una canción.”

El hilo rojo de Verde Prato es el minimalismo. Sube sola al escenario, sin adornos ni acompañantes, e impone una presencia magnética. Un teclado, un looper y una voz desnuda que juega con los espacios extremos. Casi nada —y, al mismo tiempo, todo un mundo.

Su creatividad es innata, casi orgánica. Pero no deja nada al azar, ni siquiera el vestuario. Ana trabaja con una amiga diseñadora de moda para crear siluetas sorprendentes. “No quiero que se vea solo a una chica cantando. Quiero que el público sienta un proyecto completo. Algo teatral, estético. Casi plástico.”

También lleva al escenario una reivindicación política y feminista. “Soy mujer, compongo sola, subo sola al escenario. Como espectadora, yo también quería ver eso». Cantar en euskera no fue una decisión tan meditada al principio. Le resultaba natural escribir en la lengua materna. “¡Pero ver a gente bailando en toda Europa al son de mi lengua es un sueño hecho realidad! Ahora, esa elección tiene un peso enorme para mí.”

La dulzura como manifiesto

Verde Prato ha grabado su último disco, “Bizitza Eztia”, en Roma, junto al productor Donato Dozzy, una figura clave de la electrónica minimalista. A la sombra de Italia, parte de sus propias vivencias para explorar una idea muy personal de la dolce vita.

“Pero esa dulzura tiene que estar al alcance de todo el mundo. Si no, no es una verdadera dolce vita.” Porque detrás de la delicadeza electrónica emergen temas de mayor peso: la necesidad de un mundo más inclusivo, la libertad, el feminismo, la presión social que recae sobre las mujeres.

Este último disco encarna plenamente las tres palabras con las que Ana Arsuaga ha conseguido, por fin, definirse: “Chica. Dulce. Radical.”

Las hormigas, pequeñas pero poderosas, de Iñurri

Las hormigas, pequeñas pero poderosas, de Iñurri

Texto: Manuela Estel / Fotos: Andoni Beristain
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Miren y Julene tenían poco más de 25 años cuando fundaron Iñurri, en un bar de Usurbil. Querían acompañar a mujeres con cáncer de una forma liberadora. Su asociación pronto destacó por su enfoque feminista, en Gipuzkoa y más allá.

En su local bañado de luz en Usurbil, frente a un mural multicolor de Zumeta, Miren y Julene, cofundadoras de Iñurri (hormiga en vasco), pasan las imágenes de un finde en Madrid entre amigas. Risas, tapas, paseos por el Retiro… Momentos de alegría sencilla. Pero hay un detalle: es el último fin de semana de Leire, de 22 años, en fase terminal de cáncer. Sonríe todo el tiempo. Y muere unas horas después, en la cama del hotel, rodeada de su madre y de las “iñurris” que se han convertido en sus amigas.

“Si la muerte podía ser bonita, lo fue”, cuenta Miren. Detrás de ella, las camisetas de la asociación lucen su lema: Hil arte, bizi — Hasta la muerte, vive. Esa es la misión de Iñurri: ayudar a las mujeres con cáncer a priorizarse, sacudirse las imposiciones, y vivir como quieran. Un golpe feminista al sistema.

¿Cómo nació Iñurri?

Mi madre murió de cáncer hace ocho años. Estuvo 10 años enferma. Se quedaba calva, nos enseñaba su “no teta” y acompañaba a otras mujeres enfermas. Cuando murió, yo necesitaba hacer algo, aunque no sabía qué ni cómo.

Abrí un perfil de Instagram y Miren contactó conmigo. Y así, en un bar, Miren hizo un diseño y creamos unas camisetas. De repente se nos acercaron muchas mujeres con cáncer.

Siempre decimos que una persona no muere si se queda en nuestra memoria, y yo creo que Iñurri es mucho de eso: antes era solo mi madre, con su tatuaje de hormigas y ahora son muchas “iñurris”.

¿Qué os hizo diferentes?

Empezamos a escucharlas, solo escuchar. Era reconfortante ser escuchadas sin esa mirada de pena, ser tratadas como personas, no como pacientes.

Una nos dijo que teníamos una manera feminista de enfrentar la enfermedad. No habíamos caído en que era así, pero sí. La verdad es que Iñurri no podía ser no feminista. Es nuestro punto diferente.

¿Qué desigualdades viven las mujeres en la atención médica?

Una de las primeras mujeres que acompañamos era una catalana de 29 años. Tardaron casi un año en diagnosticarla. ¡Decían que se tocaba demasiado las tetas!

Hay un desequilibrio de género: a los hombres siempre se les cree cuando dicen que algo les duele. A las mujeres, en cambio, se les dice: ¡Estrés, ansiedad! ¡Eres una histérica! Teníamos claro que necesitábamos otro enfoque.

¿Y después del diagnóstico?

La presión estética es increíble. Lo primero que te dicen es dónde comprar pelucas, prótesis y hacerte micropigmentación. Puede ser útil, pero falta información complementaria.

A mujeres jóvenes, sometidas a una menopausia precoz que altera su sexualidad, nadie les da respuestas. Debería ser un recurso público y gratuito. La realidad del cáncer es que igual te curas o no, pero quieres vivir bien.

Y en lo personal, ¿cómo les afecta el cáncer?

Hay un estudio de 2017, publicado en la revista Cancer, que dice que el 20,8 % de las mujeres enfermas terminan siendo abandonadas. Pero cuando es el hombre el que enferma, su mujer se encarga de cuidarlo. Las mujeres con cáncer siguen cuidando, mientras muchos hombres se escaquean. Estamos hartas de cuidar a todos, menos a nosotras.

En vuestro pódcast Dragón Cáncer, Olatz Mercader cuenta cómo, en las duchas de una piscina, una niña se quedó mirando su pecho operado. Su madre le dijo que no mirara, pero Olatz invitó a la niña a hacerle las preguntas que quisiera. ¿Cómo refleja este momento la importancia de romper los tabúes sobre el cuerpo femenino y la enfermedad?

Demuestra que no se ve un solo pecho operado en los espacios públicos. Es valioso tener una persona como Olatz, que está empoderada, que ha hecho su trabajo con su cuerpo. “Es una cicatriz, no tengo un pecho y no pasa nada.” Cuando la gente le pregunta algo como: “¿Qué vas a hacer en verano cuando quieras ponerte un vestido?”, suele responder: “Pues, ¿el vestido va a salir corriendo?”

Hay que educar mucho, no solo a niños, sino a gente de todas las edades. De ahí surgió el proyecto de los calendarios.

«A las “iñurris” les gusta sentirse activas: las acompañamos, pero también ellas acompañan a otras mujeres, hacen como una pequeña revolución con lo que tienen.”

¿Cómo ayudan los calendarios, y vuestro trabajo en general, a reapropiarse de su cuerpo?

A la hora de quitar el pecho lo primero que te van a dar es la cita con el cirujano para reconstruirte. Y si no se reconstruye, muchas mujeres llevan una prótesis externa. Siempre ha sido algo que había que esconder.

Mucha gente cree que el pecho reconstruido incluye pezón y queda igual que antes. La realidad es diferente. Además, algunos estudios demuestran que el riesgo aumenta al poner prótesis. Entendemos a las mujeres que quieren tener otro pecho para sentirse mejor. Pero denunciamos que no les dan todas las opciones ni les informan de los riesgos.

Nosotras empoderamos a las mujeres. Porque tienes que ser súper empoderada y segura para decir no, en un momento en el que estás tan vulnerable…

¿Qué ofrecéis que no da el sistema sanitario tradicional?

La idea era generar red. El primer contacto es con nosotras, pero luego les ponemos en contacto con alguien con quien creemos que puede encajar. Entre gente que tiene cáncer, al final se comprenden mejor. Tenemos una tribu de 220 mujeres (¡y un hombre!).

También acabamos de empezar a hacer terapias de grupo con una psicóloga. La idea es acompañar el postratamiento, cuando se supone que estás feliz, pero te sientes mal: hay miedo, tu cuerpo cambia… Eso nadie lo cuenta.

¿Por qué es tan clave el colectivo?

A las “iñurris” les gusta sentirse activas: las acompañamos, pero también ellas acompañan a otras mujeres, hacen como una pequeña revolución con lo que tienen. Los primeros proyectos salieron de ellas. Cuando tienes cáncer, es como si entraras en una fábrica: te ponen en la cinta transportadora y vas así, de quimio a radio, manipulada como un objeto. Con nosotras, no eres un número. Tienes un papel de paciente activa.

Cuéntanos un momento que representa el espíritu de Iñurri.

Durante un retiro, una mujer, bastante pudorosa, vino con un jersey de cuello alto. Siempre llevaba su prótesis externa, aunque le dolía (siempre tenía la marca). El segundo día, organizamos una sesión de fotos. Cada una posó como quiso. Ella lo hizo con el pecho descubierto, liberada. En esos momentos, nos decimos que hemos logrado algo importante.

¿Qué diríais a quien acaba de ser diagnosticada?

Que estamos aquí. Cuando encuentras una tribu, todo es más fácil. La mierda está, pero juntas, la mierda es menos mierda.

Un libro que ensalza la belleza de la naturaleza

Un libro que ensalza la belleza de la naturaleza

Texto: Manuela Estel /  Fotos: Lur Garden
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En el libro Lur Garden Iñigo Seguro nos descubre cómo creó el «jardín de jardines» en el valle de Oiartzun, un proyecto que ha ido moldeando durante diez años.

Pero como un jardín no es nada sin su jardinero, el libro también es un nítido reflejo de la personalidad del paisajista vasco. Conozcamos al hombre que busca el orden y la belleza en una naturaleza salvaje e indomable.

De pequeño, Iñigo Segurola era uno de esos niños iba recogiendo flores en cada salida escolar. Decía que, de mayor, escribiría “libros sobre árboles”. Era un gran apasionado de las plantas, y relata con detalle la emoción que le recorría el cuerpo al ver cómo aquellas semillas, guardadas en algodón húmedo en las clases de ciencias, germinaban finalmente.

Décadas después, dio vida a un jardín único en el País Vasco. Además, ha publicado Lur Garden, aquel «libro sobre árboles» que soñaba escribir desde su niñez.

“Siempre digo que este jardín ha sido como adoptar quintillizos: cuando uno se duerme, otro empieza a llorar, el tercero se descontrola, y así sucesivamente” – Iñigo Segurola

Lur Garden: Génesis de una década plasmada en papel
Lur Garden es un conjunto de 16 jardines temáticos situado en el corazón de un pequeño valle de Oiartzun, un «jardín de jardines» que abarca dos hectáreas. Hay quienes afirman que el paraíso podría asemejarse a este lugar. Pero cuando Iñigo Segurola y Juan Iriarte, ambos paisajistas, dieron con el terreno hace diez años, no era más que un prado donde algunas vacas pastaban junto a la orilla del río Sarobe.

Los dos visionarios paisajistas, al frente del estudio Lur Paysajistak desde 1994, se enamoraron del lugar y decidieron adquirirlo para poder experimentar su arte sin lindes.

En las páginas del libro, Segurola detalla las etapas del proyecto. Por ejemplo, explica cómo surgió la idea de diseñar jardines redondeados en lugar de rectangulares, una idea que nació de un dibujo de un huevo frito de Juan Iriarte. Inspirados por los utensilios metálicos de cosecha encontrados en el terreno, los jardines diseñados por Iriarte no eran una extensión de un edificio, sino pequeños islotes libres integrados en la naturaleza.

Las fotografías son obra del propio Segurola, así como de los fotógrafos Clair Takacs, Marta Etxebarria y Unai Bellami. Son una invitación a viajar a través de los distintos contrastes de los jardines. Podemos comenzar, por ejemplo, en el jardín de espejos, donde la simplicidad predomina alrededor de un estanque sin plantas acuáticas, y terminar en el colorido y vibrante jardín de las rarezas.

Baratze bat nahi deizüet egin 🎶
El libro Lur Garden se divide en dos partes: el jardinero y el jardín. Para Segurola, la relación entre ambos es visceral. “Siempre digo que este jardín ha sido como adoptar quintillizos: cuando uno se duerme, otro empieza a llorar, el tercero se descontrola, y así sucesivamente”, explica. Durante los primeros ocho años de creación, la relación fue obsesiva; tal como él mismo admite, llegó a perderse a sí mismo y «tocar fondo». Para él, el jardín es como una criatura: necesita a sus padres, siempre y para siempre.

En el proceso de liberarse de la interdependencia, el yoga y la meditación han sido sus únicos acompañantes y ha podido reconstruirse. Gracias a ello, en lugar de considerarse creador, se ve como observador de estos vivos jardines, rebosantes de plantas y animales. Porque, al final, incluso sin la presencia paterna, los «jardines-hijos» siguen creciendo plenamente.

¡Puedes comprar el libro Lur Garden aquí!

Orbea, de las armas a la bicicleta

 

ORBEA

Texto: Naia Zubeldia / Fotos: Orbea
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La empresa Orbea Hermanos se fundó en 1840 en Eibar, una región conocida por su fuerte y desarrollada tradición armera.

Enseña original de Orbea Hermanos que lleva las iniciales de la empresa. Está grabado en numerosas armas de todo el mundo

Giro sobre dos ruedas
En 1926, la empresa dio un giro radical, pasando de la sombra a la luz, y dejando las armas para subirse a la bicicleta. Esta tendencia se replicó en Eibar, donde lo que había sido el corazón histórico de la industria armera se convirtió en el centro neurálgico de la fabricación de bicicletas. Antes de Orbea, BH fue pionera en esta transformación, ya en 1923. Orbea, por su parte, partió su actividad en dos: Orbea y Compañía permaneció en Eibar centrada en las bicicletas, mientras que Hijos de Orbea se trasladó a Vitoria, continuando con la producción de cartuchos.

Simultáneamente, el ciclismo comenzó a ganar terreno en la región. En 1910, se organizó en Eibar la primera edición de la Eibar-Elgoibar-Eibar, 25 años antes de la primera Vuelta a España.

Giro sobre dos ruedas
En 1926, la empresa dio un giro radical, pasando de la sombra a la luz, y dejando las armas para subirse a la bicicleta. Esta tendencia se replicó en Eibar, donde lo que había sido el corazón histórico de la industria armera se convirtió en el centro neurálgico de la fabricación de bicicletas. Antes de Orbea, BH fue pionera en esta transformación, ya en 1923. Orbea, por su parte, partió su actividad en dos: Orbea y Compañía permaneció en Eibar centrada en las bicicletas, mientras que Hijos de Orbea se trasladó a Vitoria, continuando con la producción de cartuchos.

Simultáneamente, el ciclismo comenzó a ganar terreno en la región. En 1910, se organizó en Eibar la primera edición de la Eibar-Elgoibar-Eibar, 25 años antes de la primera Vuelta a España.

«Simultáneamente, el ciclismo comenzó a ganar terreno en la región.”

Fuelle cooperativista
A pesar del éxito efervescente, en los años sesenta Orbea se enfrentó a una crisis. En 1969, estuvo a punto de cerrar, pero las y los trabajadores de la empresa la salvaron, recuperándola y convirtiéndola en cooperativa. Este modelo les permitió bajar de marchas y en 1975, la fábrica se trasladó a Mallabia, implicándose aún más en el ciclismo profesional, y creando su propio equipo.

Innovación como meta constante
Desde entonces, Orbea ha seguido cuesta arriba. Ahora produce bicicletas de todo tipo: de carrera, montaña, triatlón y urbanas, además de bicicletas eléctricas, cascos y otros accesorios. En cada una de estas categorías, la marca ofrece modelos personalizables. La Orca, por ejemplo, es una bicicleta de carretera muy ligera, con cableado integrado y cuadro de 833 g. Este modelo es un perfecto ejemplo de equilibrio entre técnica y elegancia.

Sillín ajustado al orbe
Orbea tiene presencia global, con ramificaciones en Estados Unidos, Francia, Alemania, Australia, entre otros, y es un actor ineludible en el mundo del ciclismo. Toda su producción sigue siendo diseñada en Mallabia, combinando destreza e innovación, y buscando siempre nuevos puertos.

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Sancheski, el primer patin en europa

SANCHESKI

Texto: Naia Zubeldia / Fotos: Mito
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Sancheski, la tabla vasca sobre ruedas que no tiene nada que envidiar de sus hermanas transoceánicas. De la mano de una familia irundarra, la ola sobre ruedas que conquistó el asfalto de la ciudad.

En 1964, cuando las tablas de surf conquistaban las playas de la costa vasca, una nueva tabla aterrizó en el aeropuerto de Biarritz. La roll-surf, o tabla para surfear aceras, llegó desde California para recorrer las zonas urbanas de la región. Esta tabla ofrecía durante esos días sin olas la posibilidad de deslizarse sobre el asfalto en cualquier momento. Se avistaba la revolución… esta vez sobre ruedas.

De la nieve al asfalto
Este acontecimiento llamó de inmediato la atención de una familia de Irún. Los Sánchez, propietarios de una empresa de equipamiento deportivo y esquí desde 1934, se enfrentaban a las más competitivas marcas francesas y austríacas, lo que dificultaba la venta de sus productos. En 1966, Sánchez padre decidió diversificar el negocio y adaptó sus tablas, originalmente creadas para deslizarse por pendientes nevadas, para rodar por cuestas urbanas.

Sin embargo, fue necesario impulsar esta nueva actividad, que apenas comenzaba a despuntar en Europa. Los hermanos Sánchez fundaron el Sancheski Team y recorrieron España y Francia, ofreciendo demostraciones de skate en escuelas y otros espacios que les abrieron las puertas.

Pioneros en Europa
Así nació la primera marca de patines de Europa. Entonces todos los modelos de skateboard se fabricaban con los mismos materiales: una base de madera maciza con un eje fijado y ruedas de patín. Con el tiempo, llegaron las tablas de contrachapado curvado, las de fibra de vidrio y también las de polietileno, como el icónico «top naranja». Este modelo no tardó en convertirse en un referente, tanto que en la década de los 70 adoptó un nuevo nombre: “El Sancheski”.

Sancheski team, en Madrid, durante una exhibición de skate – 1978

«En 1977 se inauguró el primer skatepark del continente en el barrio de Erromardie, en Donibane Lohizune.”

Fama que creció como espuma
Las tablas no tardaron en incorporar avances técnicos. En 1973, por ejemplo, llegaron las ruedas de uretano, una auténtica revolución. Más resistentes y con mejor agarre al asfalto, marcaron un antes y un después, propulsando el fenómeno del skate hasta convertirlo en un movimiento internacional. Desde Euskal Herria, este deporte se propagó primero por toda Europa. En 1977 se inauguró el primer skatepark del continente en el barrio de Erromardie, en Donibane Lohizune. Poco después, le siguieron otras localidades como Getxo, Gernika, con el objetivo de atraer a la afición del skate.

Sancheski ha sido una fuente de inspiración para muchas otras marcas locales. Gracias al empuje de la nueva generación de la familia Sánchez, la empresa sigue creando tablas cada vez más innovadoras y de mayor calidad. Su última creación es el surf-skate, presentada en 2016 con motivo del 50º aniversario de la marca. Con un eje más flexible, esta tabla permite trasladar al asfalto las maniobras propias del surf sobre olas. Para la familia Sánchez, queda claro que ninguna ola es demasiado grande.

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“Ombuaren Itzala”: Rescatando a Otaño del olvido, bertsolari y poeta vasco

“Ombuaren Itzala”: Rescatando a Otaño del olvido, bertsolari y poeta vasco

Texto: Manuela Estel / Fotos: Ombuaren hitzala
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Otaño y su legado regresan a Euskal Herria gracias a la fuerza colectiva del auzolan.

«Ombuaren Itzala» es una película dirigida por el actor y cineasta Patxi Bisquert que rescata la vida y obra del bertsolari y poeta Pello Mari Otaño Barriola (Zizurkil, 1857 – Rosario, Argentina, 1910).

Aunque Otaño fue una importante figura en la cultura vasca, su memoria se fue desvaneciendo con el paso de los años. Esta producción de Eguzki Art Zinema busca recuperar su memoria y acercarla a las nuevas generaciones.

Origen y desarrollo del proyecto
Patxi Bisquert lleva tiempo trabajando para hacer realidad la película «Ombuaren Itzala/La Sombra del Ombú». Para financiar el proyecto se ha llevado a cabo un gran auzolan, contando con la colaboración de numerosas personas, municipios, asociaciones culturales y la red educativa. Gracias al apoyo de las instituciones y a la compra anticipada de entradas, el proyecto se ha hecho realidad, y desde noviembre de 2024, la película se está proyectando por toda Euskal Herria.

Temática y argumento de la película
La película se sitúa entre 1889 y 1910, durante los años más prolíficos de Otaño. En esa época, Otaño emigró con su familia a Argentina, donde escribió numerosos versos y poemas, y se ganó reconocimiento de la diáspora vasca. El ombú, un árbol característico de la pampa argentina, inspiró una de sus obras más conocidas, convirtiéndose en símbolo de la nostalgia del emigrante.

«La película «Ombuaren Itzala» ha enriquecido nuestra memoria colectiva, rescatando y poniendo en valor la figura de Pello Mari Otaño, así como su contribución a la cultura vasca.”

Producción y Distribución
La película se ha rodado en Zizurkil y Argentina, los lugares más significativos de la vida de Otaño. Su preestreno tuvo lugar el 30 de noviembre de 2024 en la iglesia de San Millán de Zizurkil, con la presencia de su director, Patxi Bisquert, y de Joseba Usabiaga, el actor principal, junto con otros actores y colaboradores. Actualmente, la película se está proyectando en diversas salas de Euskal Herria y, aunque aún no se han fijado fechas concretas, se espera que pronto esté disponible también en Iparralde.

La película «Ombuaren Itzala» ha enriquecido nuestra memoria colectiva, rescatando y poniendo en valor la figura de Pello Mari Otaño, así como su contribución a la cultura vasca. Este documental, realizado de forma colectiva, en auzolan, ha mostrado la fuerza y la colaboración de la comunidad para mantener vivo el legado de la cultura.

Otaño nos dejó este verso:

Ama euskerak hau esan zidan
jarririk begi alaiak.
Horregatikan nakar honera
berari lagundu nahiak.
Gutxi nezake, oso txikiak
dira nik dauzkadan gaiak,
bainan pozkiroz egingo ditut
gauak, egun, aste, jaiak;
leku pixka bat Euskal Herrian
eskatzeizuet anaiak.

Y gracias a Patxi Bisquert, Eguzki Art Zinema y a todas las personas que han apoyado el proyecto, su lugar en Euskal Herria está asegurado, incluso a día de hoy.

Gabardina Loreak Mendiak: un manto de flores vascas para el mundo

Gabardina Loreak Mendiak: un manto de flores vascas para el mundo

Texto: Nahia Zubeldia / Fotos: Loreak Mendian
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En 1992, el donostiarra Xabi Zirikiain regresó a su tierra natal tras completar sus estudios de ingeniería mecánica y disfrutar de un año sabático cruzando el Atlántico y viajando por la India.

Inspirado por sus experiencias, comenzó a diseñar camisetas con las palabras en euskera Loreak Mendian. En 1995, junto a su amigo Víctor Serna, abrió una pequeña tienda en el puerto de San Sebastián. Xabi se encargaba del diseño de las prendas, mientras que Víctor se encargaba de su venta. Su marca fusionaba el estilo urbano con el vínculo con la naturaleza.

Histórica tienda en el puerto de San Sebastián

En la cresta de la montaña y la ciudad
En Euskal Herria, Loreak Mendian pronto se convirtió en un referente. Jóvenes de ambos lados de la muga vestían sus icónicas sudaderas con capucha y grandes flores. La marca apostaba por prendas unisex inspiradas en acontecimientos culturales y sociales del momento. Para 2011, ya contaba con doce tiendas y sesenta personas empleadas.

Mundando de estilo
En 2015, la marca Loreak Mendian marcó un nuevo rumbo. Dejó atrás su estilo entre surfwear y streetwear para embarcarse en colecciones más sofisticadas. Su estética se hizo más gráfica y refinada, pero sin renunciar a los principios que la definían: siguió cultivando el poder creativo, las raíces del territorio y la universalidad. Al parecer, la marca había alcanzado la madurez, y la gabardina Ura es un perfecto reflejo de dicha evolución.

«Disponible en colores neutros o eléctricos, esta gabardina se consolidó como un producto icónico de la marca”

De la vieja fuente, surge Ura, la gabardina
El clima lluvioso del País Vasco sirvió como inspiración para la gabardina Ura. Con un diseño elegante y minimalista, está confeccionada con un tejido impermeable de algodón trenzado británico que, a pesar de repeler el agua, no tiene ese brillo y aspecto mojado tan característico de los paraguas. Disponible en colores neutros o eléctricos, esta gabardina se consolidó como un producto icónico de la marca, y continúa siéndolo.

A los cuatro vientos
En la actualidad, la marca Loreak Mendian ha logrado arraigarse internacionalmente y se ha acercado a grandes grupos. En 2019, se unió a Ternua, especializada en tejidos y equipamiento deportivo, marca que se esfuerza por extender la conciencia ecológica a nivel global. Con presencia en 50 países, Loreak Mendian sigue cultivando sus raíces y extendiendo sus ramas.

Libro Hemendik: La historia de 50 objetos iconicos de Vasconia