Miren Arzalluz, quien nunca se fue no necesita volver

Miren Arzalluz:

Quien nunca se fue no necesita volver

Texto: Oier Aranzabal Fotos: Guggenheim & James Weston
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“Revolution is the harmony of form and color and everything exists, and moves, under only one law = life”

– Frida Kalho

El arte es una pasión constante en la vida de Miren Arzalluz. Tras licenciarse en Historia en la Universidad de Deusto, estudió Historia del Arte en el prestigioso Courtauld Institute de Londres. Desde entonces, su trayectoria ha sido un viaje continuo, una vida en movimiento en el entramado del arte y la cultura. Fue responsable de la colección del Museo Balenciaga y, tras un año al frente del Instituto Vasco Etxepare, en 2018 fue nombrada directora del Palais Galliera, el museo de la moda de París. Tras siete años, regresa a casa para asumir la dirección del Museo Guggenheim de Bilbao. Aunque hablar de regreso quizás no sea del todo preciso, pues quien nunca se ha ido, tampoco necesita volver.

La mirada de Arzalluz, enraizada en Euskal Herria y proyectada hacia el mundo, es amplia y plural. Una forma de ver que concibe la cultura como ese tejido invisible que da cuerpo y forma a la sociedad, tanto en un vestido diseñado por Balenciaga como en un lienzo que imagina un mundo nuevo. Como una obra del pintor bilbaíno Antonio Gezala, de Frida Kahlo, o propuestas más contemporáneas, como la exposición YOU de Vito Acconci y Sergio Prego, que ha presentado recientemente como directora del Guggenheim y que podrá visitarse hasta septiembre de 2025. La cultura es, en esencia, un lenguaje: comunica, cuestiona y, a veces, ayuda a encontrar respuestas.

En el Museo de la Moda de París supo desvelar relatos íntimos a través de las prendas, en una enmarañada madeja de revolución, identidad y sueños. Balenciaga y Chanel, Dior y Margiela, artistas que se expresan a través de texturas, siluetas y el espacio. Arzalluz sabe tejer arte y humanidad. Sabe que ser vasca y pertenecer al mundo son dos caras de la misma moneda. Ahora asume las riendas del Museo Guggenheim Bilbao con la voluntad de, además de ser una figura de referencia en el arte contemporáneo, reforzar los lazos con la escena artística vasca.

Miren Arzalluz entrelaza arte y sociedad, pasado y futuro, lo local y global, uniendo todo en un mismo tejido.

En un momento en que las relaciones entre los Estados Unidos y Europa atraviesan tiempos difíciles, los puentes que el Museo Guggenheim tiende entre Nueva York, Bilbao y Venecia adquieren una relevancia crucial. «Quiero pensar que la Cultura es un espacio que nos brinda un poco de libertad. Es evidente que el contexto político tendrá un impacto significativo en las instituciones culturales de los Estados Unidos», subraya Arzalluz. Cuando los tiempos se ensombrecen, queda más claro que nunca el papel esencial que la cultura y sus instituciones desempeñan en la sociedad: ‘Una de las oportunidades que nos ofrece la cultura es la resistencia”, afirma.

El Museo no es una empresa, ni así lo concibe Arzalluz. Para ella, es un organismo vivo, en constante diálogo, que entrelaza arte y sociedad, pasado y futuro, lo local y lo global, uniendo todo en un mismo tejido. “Acabo de asumir el cargo. Me encuentro en una fase de reflexión con los diferentes equipos, pero pronto compartiremos las líneas principales para el futuro”, explicó Arzalluz en su primera presentación como directora.»

No es casualidad —es casi poético— que su trayectoria esté hilvanada, retazo a retazo, con moda, arte, cultura e identidad. El Guggenheim no es un destino final, sino el umbral de nuevos horizontes. Arzalluz, en constante movimiento, se encuentra nuevamente al inicio de un nuevo camino.

Owantshoozi, ¡crear o morir!

OWANTSHOOZI

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Texto: Nahia Zubeldia / Video: Mito & Iker Treviño /

Fotos: Owantshoozi
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¡crear o morir!

Juana estudió en la Escuela de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne, mientras que Ddiddue se formó en la escuela de diseño de Eindhoven, en los Países Bajos. Tras un nombre para la marca que acababan de crear juntos, acabaron devorando el diccionario de la A a la Z pero sin dar con ninguna opción que les convenciera, y al parecer a Ddiddu se le escapó un «¡Owantshoozi!», algo así como «¡vaya!» o «¡caramba!». Y así, hicieron suya esta expresión de asombro. Y el nombre les va como anillo al dedo, porque el trabajo de Owantshoozi no deja a nadie indiferente. Sin embargo, no crean para provocar asombro en los demás, sino para experimentarlo en su propia piel, para seguir sorprendiendo cuando eran niños.

Juana y Ddiddu, más que hermanos, son hijo e hija, a quienes aún les brilla la mirada como en la infancia: herencia de un padre amante de la cultura y de una madre apasionada por la moda; nietos de aquella abuela que regentaba una tienda de ultramarinos en Urdiñarbe donde hoy tienen su taller; y, cómo no, hijos de Zuberoa.

Pero nunca caen en esa mitología folclórica que está tan de moda. Son radicalmente modernos, porque su modernidad se nutre de sus raíces. Ven, escuchan y sienten la mitología vasca en todos los rincones; la llevan cosida en la piel y saben verter agua nueva de viejos calderos. Al igual que los kauterak, los caldereros de sus mascaradas, tatúan con tinta pop contemporánea la tradición vasca.

Para Ddiddu y Juana, los materiales son maestros y guías.
Lo tienen claro, ante todo, no existe jerarquía entre los materiales: el caucho tiene el mismo valor que oro, las piedras que la plata. El valor no lo da el material en sí, sino la atención que se le dedica. Escuchan el susurro de los materiales, afinando ojos y oídos.
– ¿Qué queréis ser?
– ¡Gorro!, botas de caucho.
– ¡Bolso!, tela de paracaídas.
– ¡Casita de pájaro!, baldosas.
– ¡Owantshoozi! ¿Hay trabajo? Manos a la obra.

Y su plan siempre llega a buen puerto, con la honestidad de quien ejerce su oficio, con aguja y tijeras en mano. Lo hacen todo, desde el principio hasta el final: desde el diseño hasta las puntadas, desde el vertedero hasta los estantes de la tienda.
Ddiddu y Juana surcan las corrientes de agua desde las profundidades hasta la superficie, decididos a recuperar y dar nueva vida a todo aquello que esta sociedad de consumo deja escapar de entre sus dedos. Así, consiguen fusionar en una sola gorra una bota, una cámara de tractor y una tela de paracaídas.
Además, con el caucho que utiliza la compañía de transporte RATP para pavimentos, han creado casitas de pájaros y logrado que ese material, que yacía bajo nuestros pies, ascienda hasta el cielo.

Ligero como tela de un paracaídas
Juana y Ddiddu no dan puntada sin hilo, pero siempre dejan espacio para un toque de humor. Para ambos, la verdadera sinceridad reside en no perder ese punto de locura. Veamos, por ejemplo, su última creación: los cuatro elementos—agua, tierra, aire y fuego—reunidos en cojines y decorados con hermosos bordados en telas recicladas. Pero si miramos de cerca las delicadas imágenes, descubrimos que el aire se convierte en un pedo y el agua en un abundante flujo vaginal.

Esa audacia humorística enriquece aún más el trabajo de Owantshoozi, añadiendo una capa más a la interpretación de sus creaciones. También deja al descubierto la sencillez de los hermanos: no crean para dar respuestas, sino para generar más preguntas. No creen que el cliente sea un mero receptor pasivo; quieren que sea actor, agente. Por ejemplo, las casetas de pájaro las han diseñado como rompecabezas, para que cada cual las monte en su casa, sin necesidad de instrucciones ni pegamento. Así, los generosos diseñadores dejan un espacio para el disfrute de la creación también en manos de quien compre las casitas.

Del ornamento a la decoración
Si le hubieran contado a su abuela que siete txapelas diseñadas en su ultramarinos conseguirían un premio Chanel, ella les habría respondido sin lugar a duda con un «¡alajinkoa!» (el ¡por Dios! o «¡owantshoozi!» de entonces). No conformes con Chanel, también consiguieron el premio Hermès, creando delicados y refinados adornos.En el mundo de la alta costura francesa cualquiera no puede presumir de semejante éxito.

Pero a Juana y Ddiddu no se les ha llenado la boca de triunfos, ni se les ha subido nada a la cabeza. Sin perder tiempo, han vuelto a sumergirse en su trabajo.
Han aprovechado las puertas que les abrieron los premios para seguir creando, colaborando con talleres de Chanel, aprendiendo y aplicando nuevas técnicas.
Ese es el lema y el motor diario de Owantshoozi: «¡crear o morir!»

Gabardina Loreak Mendiak: un manto de flores vascas para el mundo

Gabardina Loreak Mendiak: un manto de flores vascas para el mundo

Texto: Nahia Zubeldia / Fotos: Loreak Mendian
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En 1992, el donostiarra Xabi Zirikiain regresó a su tierra natal tras completar sus estudios de ingeniería mecánica y disfrutar de un año sabático cruzando el Atlántico y viajando por la India.

Inspirado por sus experiencias, comenzó a diseñar camisetas con las palabras en euskera Loreak Mendian. En 1995, junto a su amigo Víctor Serna, abrió una pequeña tienda en el puerto de San Sebastián. Xabi se encargaba del diseño de las prendas, mientras que Víctor se encargaba de su venta. Su marca fusionaba el estilo urbano con el vínculo con la naturaleza.

Histórica tienda en el puerto de San Sebastián

En la cresta de la montaña y la ciudad
En Euskal Herria, Loreak Mendian pronto se convirtió en un referente. Jóvenes de ambos lados de la muga vestían sus icónicas sudaderas con capucha y grandes flores. La marca apostaba por prendas unisex inspiradas en acontecimientos culturales y sociales del momento. Para 2011, ya contaba con doce tiendas y sesenta personas empleadas.

Mundando de estilo
En 2015, la marca Loreak Mendian marcó un nuevo rumbo. Dejó atrás su estilo entre surfwear y streetwear para embarcarse en colecciones más sofisticadas. Su estética se hizo más gráfica y refinada, pero sin renunciar a los principios que la definían: siguió cultivando el poder creativo, las raíces del territorio y la universalidad. Al parecer, la marca había alcanzado la madurez, y la gabardina Ura es un perfecto reflejo de dicha evolución.

«Disponible en colores neutros o eléctricos, esta gabardina se consolidó como un producto icónico de la marca”

De la vieja fuente, surge Ura, la gabardina
El clima lluvioso del País Vasco sirvió como inspiración para la gabardina Ura. Con un diseño elegante y minimalista, está confeccionada con un tejido impermeable de algodón trenzado británico que, a pesar de repeler el agua, no tiene ese brillo y aspecto mojado tan característico de los paraguas. Disponible en colores neutros o eléctricos, esta gabardina se consolidó como un producto icónico de la marca, y continúa siéndolo.

A los cuatro vientos
En la actualidad, la marca Loreak Mendian ha logrado arraigarse internacionalmente y se ha acercado a grandes grupos. En 2019, se unió a Ternua, especializada en tejidos y equipamiento deportivo, marca que se esfuerza por extender la conciencia ecológica a nivel global. Con presencia en 50 países, Loreak Mendian sigue cultivando sus raíces y extendiendo sus ramas.

Libro Hemendik: La historia de 50 objetos iconicos de Vasconia