Verde Prato, dulce rebelde

Verde Prato, dulce rebelde

Texto: Manuela Estel / Fotos y videos: Verde Prato
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Con su proyecto Verde Prato, Ana Arsuaga ha creado un universo musical singular e inclasificable, que la ha llevado a recorrer toda Europa.

Era una tarde de 2019 en Bilbao, Ana Arsuaga buscaba con urgencia un nombre para subirse al escenario. Acababa de aceptar, por primera vez, tocar en solitario en un concierto de música experimental. Pero no quería usar su nombre real. “No quería que viniera toda mi gente”, cuenta. Por eso necesitaba un nombre ambiguo, que no revelara nada sobre quien lo portaba: que pudiera ser mujer o hombre, solista o banda.

En ese instante, resurgió en su memoria una imagen: en las paredes de la casa familiar en Tolosa siempre había colgado un cartel antiguo, de una obra llamada Verde Prato, creada por su madre cuando Ana aún era niña. Sin pensarlo dos veces, Ana tomó el seudónimo y se lanzó de inmediato a componer tres canciones.

Seis años después, ‘Neskaren Kanta’, la canción improvisada para aquella noche, ha acumulado casi dos millones de reproducciones en Spotify y el nombre ‘Verde Prato’ resuena en salas de concierto y festivales por toda Europa.

Esa es, en esencia, la paradoja de Verde Prato: una música nacida desde la discreción, pero impulsada por una voz imposible de ignorar. Un proyecto sin igual, tan íntimo como universal en sus raíces.
Un camino inclasificable

Definir el estilo musical de Verde Prato nos llevaría demasiado tiempo. Ella tampoco lo sabe con certeza; después de dudar y esbozar una sonrisa, lo resume así: ecléctico. ¿Y cómo no? Ana Arsuaga creció en el eclecticismo.

Su madre era profesora de teatro. Su padre, pintor de casas. Este último le transmitió la afición por los libros y la música. Sin embargo, fueron sus tías, pianistas, quienes, desde muy joven, la sentaron frente al teclado. En la casa de los Arsuaga, los mil colores del arte se manifiestan constantemente y en todas sus formas.

Desde pequeña, Ana ya se sentía diferente. Devoraba libros, prefería las películas en su versión original y cada vez estaba más alejada de los gustos de sus amigas y amigos. “Tolosa es pequeña. Es fácil sentirse fuera de lo común. Me entraron ganas de irme, de ver algo diferente.” El arte se convirtió primero en su refugio; y pronto, en camino.

Tras el bachillerato, estudió Bellas Artes en Bilbao, y en esa época, junto con dos amigas formó Serpiente, un trío libre y ruidoso. “Disfrutamos mucho creando música, el resultado nos daba igual.” El grupo exploraba una versión muy personal del post-punk, bebiendo de Jayne Casey, Cate Le Bon y Siouxie and the Banshees. “Ser un grupo de chicas lo cambiaba todo. No había expectativas. Ni objetivo concreto. Solo ganas de crear.”

El artista Jon Mantxi la vio en un concierto de Serpiente y la invitó a tocar en solitario. Así nació Verde Prato. Con las tres canciones que interpretó aquella noche, sentó las bases de un universo singular y diverso: ‘Neskaren Kanta’, un reguetón espectral; ‘Mutilaren Kanta’, un encantador conjuro; y ‘Galtzaundi’, una canción popular tamizada por el filtro de la electrónica minimalista. Las invitaciones no tardaron en llegar y comenzó a tocar con regularidad. No paró de dar conciertos: de Tolosa a Praga, y de las Azores a Londres. Y, casi sin darse cuenta, Ana Arsuaga llevó consigo a Verde Prato —¡y el euskera!— a todos esos rincones.

«Más tarde, su madre le contaría que Verde Prato era el título de un cuento de Giambattista Basile, en el que la princesa salva al príncipe.»

Sobre el escenario, una obra completa y reivindicativa

Más tarde, su madre le contaría que Verde Prato era el título de un cuento de Giambattista Basile, en el que la princesa salva al príncipe. Difícil dar con algo mejor: desde el inicio, Ana trazaba su propio camino. Su radical propuesta mezcla aguas de distintas fuentes: el bertsolarismo, el canto litúrgico y la performance contemporánea.

Cuando empezó, una nueva ola artística sacudía ya el País Vasco, y ella también bebió copiosamente de esa corriente. Cita especialmente a Mursego: “Tocaba el violonchelo, hacía bucles, añadía electrónica… Era muy potente, innovadora, me marcó.” En su grupo, Serpiente, todo estaba permitido. Así que, ¿por qué no dar rienda a esa pulsión experimental? “Pensé: si tengo ganas de hacer reguetón, lo haré. Si me gusta el flamenco, lo meteré en una canción.”

El hilo rojo de Verde Prato es el minimalismo. Sube sola al escenario, sin adornos ni acompañantes, e impone una presencia magnética. Un teclado, un looper y una voz desnuda que juega con los espacios extremos. Casi nada —y, al mismo tiempo, todo un mundo.

Su creatividad es innata, casi orgánica. Pero no deja nada al azar, ni siquiera el vestuario. Ana trabaja con una amiga diseñadora de moda para crear siluetas sorprendentes. “No quiero que se vea solo a una chica cantando. Quiero que el público sienta un proyecto completo. Algo teatral, estético. Casi plástico.”

También lleva al escenario una reivindicación política y feminista. “Soy mujer, compongo sola, subo sola al escenario. Como espectadora, yo también quería ver eso». Cantar en euskera no fue una decisión tan meditada al principio. Le resultaba natural escribir en la lengua materna. “¡Pero ver a gente bailando en toda Europa al son de mi lengua es un sueño hecho realidad! Ahora, esa elección tiene un peso enorme para mí.”

La dulzura como manifiesto

Verde Prato ha grabado su último disco, “Bizitza Eztia”, en Roma, junto al productor Donato Dozzy, una figura clave de la electrónica minimalista. A la sombra de Italia, parte de sus propias vivencias para explorar una idea muy personal de la dolce vita.

“Pero esa dulzura tiene que estar al alcance de todo el mundo. Si no, no es una verdadera dolce vita.” Porque detrás de la delicadeza electrónica emergen temas de mayor peso: la necesidad de un mundo más inclusivo, la libertad, el feminismo, la presión social que recae sobre las mujeres.

Este último disco encarna plenamente las tres palabras con las que Ana Arsuaga ha conseguido, por fin, definirse: “Chica. Dulce. Radical.”

Néstor Basterretxea; pionero del diseño vasco moderno

Néstor Basterretxea; pionero del diseño vasco moderno

Texto: Peio Aguirre / Fotos: Familia Basterretxea, Irungo udal artxiboa
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La primera vocación de Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924-Hondarribia, 2014) fue ser arquitecto. Sin embargo se convirtió en artista y desde esta condición se adentró en otros territorios creativos: el cine, el diseño y también la arquitectura.

Sus orígenes en el diseño industrial comienzan en Buenos Aires a finales de los años cuarenta, cuando el joven Néstor se instruye en el Instituto Huergo y trabaja como ilustrador para la multinacional suiza Nestlé. Allí aprende los principios básicos de la perspectiva, la delineación y la proyección que pondrá en práctica en su pintura y escultura. Esta lógica del diseño constituye su impronta personal e inconfundible, la cual combinó siempre con un espíritu expresionista y humanista.

En 1957 se integra en el Equipo 57 e investiga los principios de la interactividad espacial. Junto a Jorge Oteiza decora el apartamento del industrial y mecenas Juan Huarte en Madrid y, en 1958, comienza a diseñar para H Muebles, una nueva empresa de mobiliario moderno. Allí coincide con otros diseñadores como Gregorio Vicente Cortés, técnico y diseñador de confianza de Huarte.

Basterretxea fue el encargado de diseñar los primeros muebles del catálogo al tiempo que producían el mobiliario para el Pabellón de España de la Exposición Universal de Bruselas de 1958 de los arquitectos Ramón Vázquez Molezún y José Antonio Corrales. Los modelos de Basterretxea para H Muebles se caracterizan por su estructura de metal sostenida por un mecano conector donde se apoyan asientos mullidos. También dibuja mesitas bajas en madera o cristal con nervios metálicos asimétricos. Para H Muebles concibe una primera versión del Diván H, uno de sus diseños de firma más originales.

Néstor Basterretxea y Jorge Oteiza con la maqueta de la Fundación Sabino Arana y la escultura Cubos abiertos, espacios interiores, retenciones de luz, 1979. © J. García Koch / Jorge Oteiza museoaren artxiboa
Photografía publicitaria del mobiliario Espiral, años 60. © Irungo udal artxiboa

La experiencia en Madrid y el estrecho contacto con arquitectos y diseñadores —junto con la enseñanza teórica de Oteiza— le familiarizan con el ideal de la integración de las artes promulgada por la Bauhaus. Su facilidad y buen gusto para combinar mobiliario, ambiente, decoración y arte es total. Cuando a finales de los años cincuenta se asienta en su recién estrenada casa-taller de Irún, observa la ausencia de mobiliario moderno (de tubería o madera curvada) en los hogares vascos.

Comienza entonces una relación entre industria e inteligencia: la historia de la modernización del ámbito doméstico. En Irún se encarga del interiorismo del salón de degustación Aguirre y, en 1961, se implica como socio en una nueva tienda en Donostia llamada Espiral. Este local tenía como objetivo la venta de mueble nacional y de importación y operaba como despacho para proyectos de decoración e interiorismo. Espiral produjo igualmente un pequeño número de muebles propios a partir de madera contrachapada curvada, como la banqueta y su mesita auxiliar en embero o sipo, y también otras sencillas mesas en madera.

Hay en los diseños patentados por Espiral una inspiración nórdica, austera, o un gusto por la horizontalidad japonesa. Espiral se convierte en el lugar de referencia para quienes desean vestir su hogar con las últimas tendencias. Su local sirvió también como improvisado lugar de encuentro para la intelligentsia cultural e intelectual de la ciudad. Una de las producciones más singulares de Espiral fue su juego de ajedrez con su propia caja para guardar las fichas. Basterretxea reformula ideas anteriores como el Diván H, pues realiza un nuevo prototipo y poco después concebirá una tercera versión de este canapé para Biok. Una pequeña o gran obsesión que demuestra al apego del artista a sus propios diseños.

Divan H, Biok, 1965. © Irungo udal artxiboa
Tablero y piezas de ajedrez, 1967. © Irungo udal artxiboa

«Hay en Biok una evolución manifiesta y un abandono de la austeridad que caracterizaba los diseños anteriores por una búsqueda de formas orgánicas más redondeadas, más cálidas, más pop.”

El negocio en Espiral crece y paralelamente Basterretxea comienza su labor como “diseñador de modelos en exclusiva” para Biok, una recién creada pequeña empresa en Irún destinada a la producción y comercialización de muebles a la que en 1965 se une en calidad de socio. Espiral y Biok son dos empresas separadas pero entrelazadas al tener socios comunes: el cordón creativo entre ambas empresas es el diseñador. Espiral se convierte en el primer punto de venta de los muebles diseñados y producidos en Irún.

En Biok Basterretxea desarrolla todo su potencial en estrecha colaboración con técnicos y empleados. Para la construcción recurren a técnicas complejas de ebanistería y ensamblado, y a un uso más noble de maderas africanas. Hay en Biok una evolución manifiesta y un abandono de la austeridad que caracterizaba los diseños anteriores por una búsqueda de formas orgánicas más redondeadas, más cálidas, más pop; intentos por salir de la monótona sobriedad del racionalismo a través de un mobiliario de alta gama que no sacrifica nunca la funcionalidad ni el confort. Es la época de la revolución doméstica promocionada por las revistas italianas Domus y Casabella que Néstor recibía periódicamente en su domicilio.

Este mundo de referencias se mezcla con una pasión por lo autóctono. Las piezas para Biok llevan el nombre de pueblos costeros: Orio, Zumaia, Getaria… La sólida mesa de despacho Bermeo recoge la idea de proa o rompeolas y se acerca a muchas de las esculturas del artista partiendo de círculos y semicírculos. Se da una traslación de la naturaleza al arte y al diseño industrial: el dinamismo de la curva, la espiral creciente, la forma siempre cambiante de las olas… En esta etapa se destaca el compromiso de Basterretxea con la identidad y la cultura vasca, pues no en vano su periodo más fértil en Biok coincide con la gestación y realización del largometraje Ama Lur (1968), hito de la cultura vasca en el Franquismo.

Néstor Basterretxea, Julio Amóstegui y Fernando Larruquert durante el rodaje de Ama Lur, documental considerado como fundador del cine vasco, 1965.

En muy poco tiempo Biok comienza a estar presente en algunas de las ferias más importantes de diseño de Europa, como la de Colonia. En 1968 Basterretxea diseña dos variantes de su diseño más singular y personal, todo un manifiesto estético que recoge su ideario estilístico: la butaca Kurpilla [variante fonética de Gurpilla, rueda en euskera]. Se trata de un modelo algo camp con una contracurva en el reposabrazos que lo emparenta con los mejores diseños sixties. Ese mismo año Biok había lanzado con éxito al mercado el “sistema BK” de muebles modulares para el hogar y la oficina.

Néstor Basterretxea con los trabajadores de la empresa de mobiliario Biok, Irún, años 1960. © Familia Basterretxea

A continuación, Basterretxea aboceta sobre papel y fabrica pequeñas maquetas, fotografías y displays de todo un surtido de prototipos visionarios con la mirada puesta en el futuro.

Este es su último testamento en el mundo del diseño. Limitada su expresividad de artista por la producción estandarizada, comienza a distanciarse de Biok. Termina de ese modo una implicación de poco más de una década en el ámbito del diseño industrial, tiempo más que suficiente para convertir a Néstor Basterretxea en un destacable contribuidor a nivel nacional y pionero del diseño vasco moderno.

Owantshoozi, ¡crear o morir!

OWANTSHOOZI

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Texto: Nahia Zubeldia / Video: Mito & Iker Treviño /

Fotos: Owantshoozi
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¡crear o morir!

Juana estudió en la Escuela de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne, mientras que Ddiddu se formó en la escuela de diseño de Eindhoven, en los Países Bajos. Tras un nombre para la marca que acababan de crear juntos, acabaron devorando el diccionario de la A a la Z pero sin dar con ninguna opción que les convenciera, y al parecer a Ddiddu se le escapó un «¡Owantshoozi!», algo así como «¡vaya!» o «¡caramba!». Y así, hicieron suya esta expresión de asombro. Y el nombre les va como anillo al dedo, porque el trabajo de Owantshoozi no deja a nadie indiferente. Sin embargo, no crean para provocar asombro en los demás, sino para experimentarlo en su propia piel, para seguir sorprendiendo cuando eran niños.

Juana y Ddiddu, más que hermanos, son hijo e hija, a quienes aún les brilla la mirada como en la infancia: herencia de un padre amante de la cultura y de una madre apasionada por la moda; nietos de aquella abuela que regentaba una tienda de ultramarinos en Urdiñarbe donde hoy tienen su taller; y, cómo no, hijos de Zuberoa.

Pero nunca caen en esa mitología folclórica que está tan de moda. Son radicalmente modernos, porque su modernidad se nutre de sus raíces. Ven, escuchan y sienten la mitología vasca en todos los rincones; la llevan cosida en la piel y saben verter agua nueva de viejos calderos. Al igual que los kauterak, los caldereros de sus mascaradas, tatúan con tinta pop contemporánea la tradición vasca.

Para Ddiddu y Juana, los materiales son maestros y guías.
Lo tienen claro, ante todo, no existe jerarquía entre los materiales: el caucho tiene el mismo valor que oro, las piedras que la plata. El valor no lo da el material en sí, sino la atención que se le dedica. Escuchan el susurro de los materiales, afinando ojos y oídos.
– ¿Qué queréis ser?
– ¡Gorro!, botas de caucho.
– ¡Bolso!, tela de paracaídas.
– ¡Casita de pájaro!, baldosas.
– ¡Owantshoozi! ¿Hay trabajo? Manos a la obra.

Y su plan siempre llega a buen puerto, con la honestidad de quien ejerce su oficio, con aguja y tijeras en mano. Lo hacen todo, desde el principio hasta el final: desde el diseño hasta las puntadas, desde el vertedero hasta los estantes de la tienda.
Ddiddu y Juana surcan las corrientes de agua desde las profundidades hasta la superficie, decididos a recuperar y dar nueva vida a todo aquello que esta sociedad de consumo deja escapar de entre sus dedos. Así, consiguen fusionar en una sola gorra una bota, una cámara de tractor y una tela de paracaídas.
Además, con el caucho que utiliza la compañía de transporte RATP para pavimentos, han creado casitas de pájaros y logrado que ese material, que yacía bajo nuestros pies, ascienda hasta el cielo.

Ligero como tela de un paracaídas
Juana y Ddiddu no dan puntada sin hilo, pero siempre dejan espacio para un toque de humor. Para ambos, la verdadera sinceridad reside en no perder ese punto de locura. Veamos, por ejemplo, su última creación: los cuatro elementos—agua, tierra, aire y fuego—reunidos en cojines y decorados con hermosos bordados en telas recicladas. Pero si miramos de cerca las delicadas imágenes, descubrimos que el aire se convierte en un pedo y el agua en un abundante flujo vaginal.

Esa audacia humorística enriquece aún más el trabajo de Owantshoozi, añadiendo una capa más a la interpretación de sus creaciones. También deja al descubierto la sencillez de los hermanos: no crean para dar respuestas, sino para generar más preguntas. No creen que el cliente sea un mero receptor pasivo; quieren que sea actor, agente. Por ejemplo, las casetas de pájaro las han diseñado como rompecabezas, para que cada cual las monte en su casa, sin necesidad de instrucciones ni pegamento. Así, los generosos diseñadores dejan un espacio para el disfrute de la creación también en manos de quien compre las casitas.

Del ornamento a la decoración
Si le hubieran contado a su abuela que siete txapelas diseñadas en su ultramarinos conseguirían un premio Chanel, ella les habría respondido sin lugar a duda con un «¡alajinkoa!» (el ¡por Dios! o «¡owantshoozi!» de entonces). No conformes con Chanel, también consiguieron el premio Hermès, creando delicados y refinados adornos.En el mundo de la alta costura francesa cualquiera no puede presumir de semejante éxito.

Pero a Juana y Ddiddu no se les ha llenado la boca de triunfos, ni se les ha subido nada a la cabeza. Sin perder tiempo, han vuelto a sumergirse en su trabajo.
Han aprovechado las puertas que les abrieron los premios para seguir creando, colaborando con talleres de Chanel, aprendiendo y aplicando nuevas técnicas.
Ese es el lema y el motor diario de Owantshoozi: «¡crear o morir!»

Sancheski, el primer patin en europa

SANCHESKI

Texto: Naia Zubeldia / Fotos: Mito
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Sancheski, la tabla vasca sobre ruedas que no tiene nada que envidiar de sus hermanas transoceánicas. De la mano de una familia irundarra, la ola sobre ruedas que conquistó el asfalto de la ciudad.

En 1964, cuando las tablas de surf conquistaban las playas de la costa vasca, una nueva tabla aterrizó en el aeropuerto de Biarritz. La roll-surf, o tabla para surfear aceras, llegó desde California para recorrer las zonas urbanas de la región. Esta tabla ofrecía durante esos días sin olas la posibilidad de deslizarse sobre el asfalto en cualquier momento. Se avistaba la revolución… esta vez sobre ruedas.

De la nieve al asfalto
Este acontecimiento llamó de inmediato la atención de una familia de Irún. Los Sánchez, propietarios de una empresa de equipamiento deportivo y esquí desde 1934, se enfrentaban a las más competitivas marcas francesas y austríacas, lo que dificultaba la venta de sus productos. En 1966, Sánchez padre decidió diversificar el negocio y adaptó sus tablas, originalmente creadas para deslizarse por pendientes nevadas, para rodar por cuestas urbanas.

Sin embargo, fue necesario impulsar esta nueva actividad, que apenas comenzaba a despuntar en Europa. Los hermanos Sánchez fundaron el Sancheski Team y recorrieron España y Francia, ofreciendo demostraciones de skate en escuelas y otros espacios que les abrieron las puertas.

Pioneros en Europa
Así nació la primera marca de patines de Europa. Entonces todos los modelos de skateboard se fabricaban con los mismos materiales: una base de madera maciza con un eje fijado y ruedas de patín. Con el tiempo, llegaron las tablas de contrachapado curvado, las de fibra de vidrio y también las de polietileno, como el icónico «top naranja». Este modelo no tardó en convertirse en un referente, tanto que en la década de los 70 adoptó un nuevo nombre: “El Sancheski”.

Sancheski team, en Madrid, durante una exhibición de skate – 1978

«En 1977 se inauguró el primer skatepark del continente en el barrio de Erromardie, en Donibane Lohizune.”

Fama que creció como espuma
Las tablas no tardaron en incorporar avances técnicos. En 1973, por ejemplo, llegaron las ruedas de uretano, una auténtica revolución. Más resistentes y con mejor agarre al asfalto, marcaron un antes y un después, propulsando el fenómeno del skate hasta convertirlo en un movimiento internacional. Desde Euskal Herria, este deporte se propagó primero por toda Europa. En 1977 se inauguró el primer skatepark del continente en el barrio de Erromardie, en Donibane Lohizune. Poco después, le siguieron otras localidades como Getxo, Gernika, con el objetivo de atraer a la afición del skate.

Sancheski ha sido una fuente de inspiración para muchas otras marcas locales. Gracias al empuje de la nueva generación de la familia Sánchez, la empresa sigue creando tablas cada vez más innovadoras y de mayor calidad. Su última creación es el surf-skate, presentada en 2016 con motivo del 50º aniversario de la marca. Con un eje más flexible, esta tabla permite trasladar al asfalto las maniobras propias del surf sobre olas. Para la familia Sánchez, queda claro que ninguna ola es demasiado grande.

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“Ombuaren Itzala”: Rescatando a Otaño del olvido, bertsolari y poeta vasco

“Ombuaren Itzala”: Rescatando a Otaño del olvido, bertsolari y poeta vasco

Texto: Manuela Estel / Fotos: Ombuaren hitzala
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Otaño y su legado regresan a Euskal Herria gracias a la fuerza colectiva del auzolan.

«Ombuaren Itzala» es una película dirigida por el actor y cineasta Patxi Bisquert que rescata la vida y obra del bertsolari y poeta Pello Mari Otaño Barriola (Zizurkil, 1857 – Rosario, Argentina, 1910).

Aunque Otaño fue una importante figura en la cultura vasca, su memoria se fue desvaneciendo con el paso de los años. Esta producción de Eguzki Art Zinema busca recuperar su memoria y acercarla a las nuevas generaciones.

Origen y desarrollo del proyecto
Patxi Bisquert lleva tiempo trabajando para hacer realidad la película «Ombuaren Itzala/La Sombra del Ombú». Para financiar el proyecto se ha llevado a cabo un gran auzolan, contando con la colaboración de numerosas personas, municipios, asociaciones culturales y la red educativa. Gracias al apoyo de las instituciones y a la compra anticipada de entradas, el proyecto se ha hecho realidad, y desde noviembre de 2024, la película se está proyectando por toda Euskal Herria.

Temática y argumento de la película
La película se sitúa entre 1889 y 1910, durante los años más prolíficos de Otaño. En esa época, Otaño emigró con su familia a Argentina, donde escribió numerosos versos y poemas, y se ganó reconocimiento de la diáspora vasca. El ombú, un árbol característico de la pampa argentina, inspiró una de sus obras más conocidas, convirtiéndose en símbolo de la nostalgia del emigrante.

«La película «Ombuaren Itzala» ha enriquecido nuestra memoria colectiva, rescatando y poniendo en valor la figura de Pello Mari Otaño, así como su contribución a la cultura vasca.”

Producción y Distribución
La película se ha rodado en Zizurkil y Argentina, los lugares más significativos de la vida de Otaño. Su preestreno tuvo lugar el 30 de noviembre de 2024 en la iglesia de San Millán de Zizurkil, con la presencia de su director, Patxi Bisquert, y de Joseba Usabiaga, el actor principal, junto con otros actores y colaboradores. Actualmente, la película se está proyectando en diversas salas de Euskal Herria y, aunque aún no se han fijado fechas concretas, se espera que pronto esté disponible también en Iparralde.

La película «Ombuaren Itzala» ha enriquecido nuestra memoria colectiva, rescatando y poniendo en valor la figura de Pello Mari Otaño, así como su contribución a la cultura vasca. Este documental, realizado de forma colectiva, en auzolan, ha mostrado la fuerza y la colaboración de la comunidad para mantener vivo el legado de la cultura.

Otaño nos dejó este verso:

Ama euskerak hau esan zidan
jarririk begi alaiak.
Horregatikan nakar honera
berari lagundu nahiak.
Gutxi nezake, oso txikiak
dira nik dauzkadan gaiak,
bainan pozkiroz egingo ditut
gauak, egun, aste, jaiak;
leku pixka bat Euskal Herrian
eskatzeizuet anaiak.

Y gracias a Patxi Bisquert, Eguzki Art Zinema y a todas las personas que han apoyado el proyecto, su lugar en Euskal Herria está asegurado, incluso a día de hoy.