Las hormigas, pequeñas pero poderosas, de Iñurri

Las hormigas, pequeñas pero poderosas, de Iñurri

Texto: Manuela Estel / Fotos: Andoni Beristain
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Miren y Julene tenían poco más de 25 años cuando fundaron Iñurri, en un bar de Usurbil. Querían acompañar a mujeres con cáncer de una forma liberadora. Su asociación pronto destacó por su enfoque feminista, en Gipuzkoa y más allá.

En su local bañado de luz en Usurbil, frente a un mural multicolor de Zumeta, Miren y Julene, cofundadoras de Iñurri (hormiga en vasco), pasan las imágenes de un finde en Madrid entre amigas. Risas, tapas, paseos por el Retiro… Momentos de alegría sencilla. Pero hay un detalle: es el último fin de semana de Leire, de 22 años, en fase terminal de cáncer. Sonríe todo el tiempo. Y muere unas horas después, en la cama del hotel, rodeada de su madre y de las “iñurris” que se han convertido en sus amigas.

“Si la muerte podía ser bonita, lo fue”, cuenta Miren. Detrás de ella, las camisetas de la asociación lucen su lema: Hil arte, bizi — Hasta la muerte, vive. Esa es la misión de Iñurri: ayudar a las mujeres con cáncer a priorizarse, sacudirse las imposiciones, y vivir como quieran. Un golpe feminista al sistema.

¿Cómo nació Iñurri?

Mi madre murió de cáncer hace ocho años. Estuvo 10 años enferma. Se quedaba calva, nos enseñaba su “no teta” y acompañaba a otras mujeres enfermas. Cuando murió, yo necesitaba hacer algo, aunque no sabía qué ni cómo.

Abrí un perfil de Instagram y Miren contactó conmigo. Y así, en un bar, Miren hizo un diseño y creamos unas camisetas. De repente se nos acercaron muchas mujeres con cáncer.

Siempre decimos que una persona no muere si se queda en nuestra memoria, y yo creo que Iñurri es mucho de eso: antes era solo mi madre, con su tatuaje de hormigas y ahora son muchas “iñurris”.

¿Qué os hizo diferentes?

Empezamos a escucharlas, solo escuchar. Era reconfortante ser escuchadas sin esa mirada de pena, ser tratadas como personas, no como pacientes.

Una nos dijo que teníamos una manera feminista de enfrentar la enfermedad. No habíamos caído en que era así, pero sí. La verdad es que Iñurri no podía ser no feminista. Es nuestro punto diferente.

¿Qué desigualdades viven las mujeres en la atención médica?

Una de las primeras mujeres que acompañamos era una catalana de 29 años. Tardaron casi un año en diagnosticarla. ¡Decían que se tocaba demasiado las tetas!

Hay un desequilibrio de género: a los hombres siempre se les cree cuando dicen que algo les duele. A las mujeres, en cambio, se les dice: ¡Estrés, ansiedad! ¡Eres una histérica! Teníamos claro que necesitábamos otro enfoque.

¿Y después del diagnóstico?

La presión estética es increíble. Lo primero que te dicen es dónde comprar pelucas, prótesis y hacerte micropigmentación. Puede ser útil, pero falta información complementaria.

A mujeres jóvenes, sometidas a una menopausia precoz que altera su sexualidad, nadie les da respuestas. Debería ser un recurso público y gratuito. La realidad del cáncer es que igual te curas o no, pero quieres vivir bien.

Y en lo personal, ¿cómo les afecta el cáncer?

Hay un estudio de 2017, publicado en la revista Cancer, que dice que el 20,8 % de las mujeres enfermas terminan siendo abandonadas. Pero cuando es el hombre el que enferma, su mujer se encarga de cuidarlo. Las mujeres con cáncer siguen cuidando, mientras muchos hombres se escaquean. Estamos hartas de cuidar a todos, menos a nosotras.

En vuestro pódcast Dragón Cáncer, Olatz Mercader cuenta cómo, en las duchas de una piscina, una niña se quedó mirando su pecho operado. Su madre le dijo que no mirara, pero Olatz invitó a la niña a hacerle las preguntas que quisiera. ¿Cómo refleja este momento la importancia de romper los tabúes sobre el cuerpo femenino y la enfermedad?

Demuestra que no se ve un solo pecho operado en los espacios públicos. Es valioso tener una persona como Olatz, que está empoderada, que ha hecho su trabajo con su cuerpo. “Es una cicatriz, no tengo un pecho y no pasa nada.” Cuando la gente le pregunta algo como: “¿Qué vas a hacer en verano cuando quieras ponerte un vestido?”, suele responder: “Pues, ¿el vestido va a salir corriendo?”

Hay que educar mucho, no solo a niños, sino a gente de todas las edades. De ahí surgió el proyecto de los calendarios.

«A las “iñurris” les gusta sentirse activas: las acompañamos, pero también ellas acompañan a otras mujeres, hacen como una pequeña revolución con lo que tienen.”

¿Cómo ayudan los calendarios, y vuestro trabajo en general, a reapropiarse de su cuerpo?

A la hora de quitar el pecho lo primero que te van a dar es la cita con el cirujano para reconstruirte. Y si no se reconstruye, muchas mujeres llevan una prótesis externa. Siempre ha sido algo que había que esconder.

Mucha gente cree que el pecho reconstruido incluye pezón y queda igual que antes. La realidad es diferente. Además, algunos estudios demuestran que el riesgo aumenta al poner prótesis. Entendemos a las mujeres que quieren tener otro pecho para sentirse mejor. Pero denunciamos que no les dan todas las opciones ni les informan de los riesgos.

Nosotras empoderamos a las mujeres. Porque tienes que ser súper empoderada y segura para decir no, en un momento en el que estás tan vulnerable…

¿Qué ofrecéis que no da el sistema sanitario tradicional?

La idea era generar red. El primer contacto es con nosotras, pero luego les ponemos en contacto con alguien con quien creemos que puede encajar. Entre gente que tiene cáncer, al final se comprenden mejor. Tenemos una tribu de 220 mujeres (¡y un hombre!).

También acabamos de empezar a hacer terapias de grupo con una psicóloga. La idea es acompañar el postratamiento, cuando se supone que estás feliz, pero te sientes mal: hay miedo, tu cuerpo cambia… Eso nadie lo cuenta.

¿Por qué es tan clave el colectivo?

A las “iñurris” les gusta sentirse activas: las acompañamos, pero también ellas acompañan a otras mujeres, hacen como una pequeña revolución con lo que tienen. Los primeros proyectos salieron de ellas. Cuando tienes cáncer, es como si entraras en una fábrica: te ponen en la cinta transportadora y vas así, de quimio a radio, manipulada como un objeto. Con nosotras, no eres un número. Tienes un papel de paciente activa.

Cuéntanos un momento que representa el espíritu de Iñurri.

Durante un retiro, una mujer, bastante pudorosa, vino con un jersey de cuello alto. Siempre llevaba su prótesis externa, aunque le dolía (siempre tenía la marca). El segundo día, organizamos una sesión de fotos. Cada una posó como quiso. Ella lo hizo con el pecho descubierto, liberada. En esos momentos, nos decimos que hemos logrado algo importante.

¿Qué diríais a quien acaba de ser diagnosticada?

Que estamos aquí. Cuando encuentras una tribu, todo es más fácil. La mierda está, pero juntas, la mierda es menos mierda.